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domingo, 22 de abril de 2018

Violencia humana y la parte animal que nos toca


Se dice que el ser humano es violento, y con razón. Se afirma también que esto depende principalmente de la parte animal que aún queda en nosotros, aquella que persigue la supervivencia individual y genética ante todo. Pero, ¿realmente es así?

Mi idea sobre estas afirmaciones (por supuesto, no del todo mía) es que la violencia gratuita, al igual que todo mal, es un invento humano. Si dicho invento es o no consustancial al mismo, es una cuestión que no trataré aquí. Pero sí afirmo que no es una herencia de nuestra genética evolutiva “no racional” (por definir así, un poco arbitrariamente, a lo que tenemos de animales no humanos). Y lo afirmo porque, como he escrito ya en otra oportunidad, los animales raramente atacan, y si lo hacen, lo hacen por motivos perfectamente justificables desde el punto de vista moral: por defenderse a sí mismos o a su prole (amenazados sin posibilidad de huir), por defender su medio de supervivencia (alimento, territorio), por cuestiones que exceden su normalidad (“locura”, enfermedad) o, precisamente, por estar incitados al odio por la cercanía a seres humanos (maltrato animal, animales domésticos u otros “humanizados”).

Cuando se esgrime, por tanto, que el ser humano es violento porque no ha podido todavía superar los  vestigios de su condición animal, se invierten las razones de la violencia del hombre, cargando la culpa en aquellos que, como pretendo haber demostrado, no causan nunca violencia gratuita (no ejercen maldad). La maldad o la violencia no ejercida por cuestiones de estricta supervivencia animal es una creación humana. Aunque-también hay que decirlo- quizás no necesariamente sucede lo mismo, a la inversa, con el bien: perfectamente podría encontrarse, y de hecho se encuentran, ejemplos de animales efectuando actos de bien hacia terceros sin motivaciones que pudieran interpretarse como mandatos biológicos para la perpetuación de su vida o la de su especie.[1]

Así, una “animalada” debería ser llamada en realidad un acto “humanista”. Y el pretendido “humanismo”, es en realidad una “bestialidad” bien entendida.

A esta altura, si siguió leyendo hasta aquí, y recuerda que esta es la página de Dragón del Sur Dojo, un dojo dedicado a las artes marciales, quizás se pregunte qué tiene que ver esta reflexión filosófica sobre el bien y el mal en animales y seres humanos con las artes marciales…

...una de las relaciones se encuentra en que, como la vida y la integridad de cualquier ser vivo es, a mi entender, igualmente valiosa; mientras que a nivel humano se acepta la existencia del derecho a la defensa personal [2], a nivel animal “irracional”, éste no es otra cosa que la manifestación práctica de las acciones por motivos de supervivencia, mal llamadas “violentas”, de los animales. Mal llamadas violentas porque, precisamente, quiero hacer ver que la violencia no es aquí tal si -como es lógico- se busca con ella evitar un mal -una acción realmente violenta- sobre aquél que se defiende. Cosa totalmente lícita para cualquier ser viviente que quiera defender su condición como tal.

...otra de las relaciones de esta reflexión con las artes marciales, es que estas últimas -o gran parte de éstas, bien entendidas- persiguen la no violencia. Se plantea, entonces, la idea de apartarse de la violencia, y el problema anterior de cuál es la razón de que el ser humano sea violento.

Ahora, por ello quisiera con esto demostrar que decir o afirmar que el ser humano dejará de ser violento cuando deje de lado su parte irracional no es solo una excusa -ya que la voluntad y la consciencia pueden con la biología en este punto- y una falacia, sino también un argumento invertido. Porque, por un lado, ejemplos sobran de que el ser humano deja de ser violento cuando, como individuo, busca y logra dejar de serlo y, por otro lado, quizás, como especie, dejará de serlo cuando aprenda de los animales precisamente a solo ejercer la violencia ante la amenaza a su supervivencia, y no de forma gratuita, hacia los demás: es decir, por cuestiones de poder o de imposición de la voluntad propia sobre la de terceros.

Hablar, por consiguiente, de eufemismos como “la jungla de cemento” para caracterizar la humana “locura racional” (si se me permite esta aparente contradicción terminológica) es echar la culpa de nuestros desaguisados civilizatorios a la naturaleza que, si se mira con atención, es armonía alterada por esos seres llamados humanos.

El hombre tiene que salir por sus propios medios de la locura que ha creado en nombre de un supuesto progreso, que lo aleja cada vez más del ambiente natural primigenio y animal del que surgió. Tiene que hacerlo no sólo por su bien, sino por el bien del medio ambiente y el resto de los seres vivos del planeta que están pagando lo platos rotos de su violencia perpetuamente en expansión.

Quizás las artes marciales -como el Budo en general y el Aikido en particular- puedan aportar un granito de arena educativo en este sentido. Esa es nuestra idea al menos, y también nuestra esperanza, el poder aportar una pequeña solución individual a un gran problema social.


Notas:
[1] Por ejemplo, los delfines o perros que rescatan a seres humanos en peligro, los animales que cuidan a “amigos” animales de otras especies, etc.

[2]  El derecho a al a defensa personal (propia, de nuestros seres queridos e, incluso, de nuestros vienes) es aceptado universalmente por prácticamente la totalidad -sino directamente todos- los sistemas penales del mundo.

1 comentario :

  1. Adhiero al concepto central... La violencia es creada por el ser humano y llamar "animal" a un ser violento constituye una gratuita ifensa a los animales...

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